Camino encima del asfalto, levanto la vista
las manos contenidas por los bolsillos
como celdas de tela por si surge
el impulso de algo hacer.
Lejos, cientos de kilómetros lejos
un monstruo enorme
negroazulado oculto o presentido
debajo de las últimas sombras
del paisaje:
la montaña
la montaña para la cual soy indiferente
la montaña asediada de eucaliptos
saturada de acacias y de fresnos
donde pájaros celosos del color
se ocultan a esta hora en el húmedo follaje
y sus plumas mis ojos no ven pero intuyen
en el agua que beben
luego de la lluvia de la tarde
o en el ardor del incendio
que quema mis ojos
en el hambre del puma
y el miedo de la zarigüeya
pero
mientras al lomo de la cordillera
la vida se prolonga y se persigue a sí misma
múltiple
inacabable
yo camino encima del asfalto
las manos atadas a los bolsillos
cerrando una mínima porción de aire
donde ningún pájaro podría volar
donde no cabría ni una sola hoja de eucalipto
donde solo hay espacio para mi soledad que avanza
al filo del tiempo
en tu busca.