miércoles, 24 de marzo de 2021

Hasta que la gota surja

Digamos que, como una planta de oficina olvidada en su matera en época de pandemia, me he ido secando apresuradamente. Tal vez no tan apresuradamente, pero sí con un ritmo serio, decidido. En un acto desesperado, hace tan solo unos segundos, logré inventarme una teoría que podría sacarme de esto, y que me gusta. Probablemente sea errada, pero me gusta. Y así como Borges sostenía que la función de las hipótesis era ser interesantes, pues la función de mis teorías existenciales no es acertar o errar –es decir, no tienen una relación directa con “la verdad”- sino que sencillamente deben gustarme. Y ya. Pues bien, mi teoría emergente es la siguiente: me seco, porque no escribo. Si escribiera, yo mismo, mis palabras, serían el agua clara que me salvaría de morir resecado por el sol. Así que me dije: “bueno, Juancho, échate un poco de agua”. Y así fue. Ya estando acá, puedo advertir que el agua que le agrego a mi melancolía es viscosa y densa. Onanismo existencial en toda regla, claro que sí.

 

De esta forma, inauguraré este viejo nuevo género del onanismo existencial. Seré mi propio Moisés golpeando con su báculo la roca eterna de la montaña, con la fe intacta (o no) en que de allí brotará el agua viscosa que me mantendrá con vida.

Seré una piedra en el agua

Seca por dentro.

Pero me estaré escarbando

hasta que la gota surja,

claro que sí. 



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