Vengo a fiscalizar abriles.
Con libreta membretada anoto
los grados centígrados al amanecer
para sofocar la nostalgia
con la que los insomnes recibieron el
día;
calculo los metros cúbicos de la
lluvia
que ocultó el llanto de las viudas
y de los huérfanos;
apunto nombre y cédula del ausente
para memorizar la cifra
del silencio;
hago listas eternas para
empapelar
los Ministerios
con tus tristezas;
clasifico las tragedias ajenas
para olvidar las mías.
Luego, a la hora en punto
paso mi tarjeta por el lector
y como buen contratista al final de la
jornada
me entrego, pleno
a la melancolía.
Mañana será otro día
pienso
mientras la espuma de la cerveza se
desliza por el vaso
que refleja un rostro calvo y
atribulado
pero soñador
pero sombrío.
Mañana será otro día
para seguir sopesando la arena de tus
pasos
que se desliza entre mis dedos.
Me atrevo a comprender a Dios
el contratista mayor.
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