De los eones, polvo milenario, inquieto, ansioso,
plastilina cósmica que hace de la forma el ser,
átomos de átomos, instantes tan profundos
que logran la redención del tiempo recobrado,
estrellas o quarks, galaxias o moléculas,
ojos tuyos viéndome, noche sideral,
ojos míos soportando la corriente de tu vista,
acercarme al contacto de tus labios en mis labios,
ebullición galáctica,
la arena de mi ser
atraviesa el cernidor de tu boca,
en tu aliento pruebo la intensa corola de la flor primera
o fruta elemental, esencial gota del agua primigenia,
mitología de tu lengua en mi lengua,
idioma redoblado,
charla taciturna de salivas silentes,
terremoto de mí en la longitud crispada de mis manos,
aventuro el encuentro de tu piel en mi piel,
primera tibieza o el big bang minúsculo,
tu cintura universal voy esculpiendo
con el cincel de mi pulso,
pero tus manos avanzan también
los centímetros terribles
y juntos encontramos los ocultos frutales
que, aquella vez, prohibieron tras las ansiedades del edén.
Doble anatomía y baile y vuelo,
pero también metabolismo dual,
sudor y elixir de dos cuerpos explotando,
tenues,
bajo el sol final de julio;
o átomos de ti sobre mi cuerpo y, míos,
enquistados en el tuyo.
Las esferas giran y nosotros en ellas,
alzo la vista y me reconozco en tus ojos
y escucho que tú te miras las lunas del alma
en los míos:
el Universo se mira
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