Un milagro universal, milagro del agua
que
súbitamente recuerda su infancia de niebla
y en ella
la profecía de una piel humedeciendo el mundo;
así fue
tu nacimiento, que es como decir,
así fue
la creación del universo sutil
reverberante
paralelo
en el que
habitan los númenes, las hadas
junto a
tus ojos y a tus labios, junto a tu voz,
junto a
tu forma de nombrar las cosas.
A ese
universo nacido con tu nacimiento
me
aventuro todavía,
con el
miedo de quien zarpa
hacia las
galaxias insondables.
Música de
ángeles resuena en tu pelo,
el llanto
de la roca tímida consuelas con tu aroma,
los niños
vienen a ti como implorando una tibieza,
y así te
sigo yo, mi vida, por la senda del sueño.
Nuestro
encuentro fue planeado
desde las
primeras páginas del libro de Raziel,
quien
desde entonces se emocionaba
al
presentirnos juntos.
Soy feliz
porque he llegado a mi patria
que es tu
piel de madrugada,
a la
mirada con que me consolidas,
como si
al verme me materializara de pronto en el aire.
Soy
aparición de tus ojos, fantasma de tu tacto,
verso
recobrado al despertar,
sueño
repetido de las flores de antaño.
Canto a
tu vida,
que es
como cantar al fuego o a la puntualidad del alba,
a la
lluvia que cae en las trincheras y las inunda
y las
vuelve el lodo imposible para hacer la guerra.
Canto a
tu vida
o a mi
respiración nocturna, a mi anhelo de ti,
canto a
la forma como me enseñas
a mirar a
nuestra hija.
Soy
aprendiz de amor,
siempre a
tu lado, atento a lo que dictas en el mar.
Eres mi
ejército de nubes,
mi dolor
sanado,
mi
despertar inverso, al mundo de los sueños,
donde la
magia ocurre
donde
habitamos una casa igual a esta
llena de
los seres de todos los colores
y que es
esta
y que
somos nosotros.