jueves, 2 de noviembre de 2023

Vértigo horizontal

Sentí (como solo algo así

puede sentirse)

el límite de mi vista.

 

Asomado al mirador,

la mañana alumbraba,

orgullosa,

las hojas inmensas de los platanales.

 

Los hombres trabajaban la madera

y una radio anunciaba

lo que otros hombres,

en otras partes

de la misma mañana,

hacían también con sus manos.

 

El cuadro obsequiaba al visitante

la paz del buitre.

 

Allí lo sentí (como solo algo así

puede sentirse):

el límite de mi vista.

 

Fue así: la mujer nos explicaba,

orgullosa

(como la mañana

que alumbra

las inmensas hojas

de los platanales),

que detrás de la montaña

había un pueblo.

 

Que el río del fondo era el Cauca.

 

Que a la derecha profunda

viajaba el Risaralda.

 

Que el caserío cercano

era otro pueblo.

 

Y, al fondo, la cordillera,

que cedía solamente

a la inmensidad del cielo.

 

Directo

al centro de mi vista,

en el núcleo de mí,

un vértigo

horizontal

me arrojó al paisaje.

 

Vi cómo mi cuerpo 

se adensaba

con los colores del cielo,

cómo caía

mi cuerpo,

alelado de paisaje

y en el centro de mí

surgió un vacío

 

que no se quita

así pasen horas

días

semanas minuciosas,

hoy, todavía.

 

Y este vacío doloroso,

mezquino, inesperado,

traicionero,

 

grita tu nombre.




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