En la fuga frenética, polvorienta, de la presa;
pero en la persecución
minuciosa y hambrienta
de la fiera;
pero en la canícula que
dora el perfil
secreto
de la sombras
(que hacen frente al
verano),
hay una extraña y una
incomprendida
forma
de
compañía.
La presa cazada no muere
sola,
la fiera devora
acompañada.
Cuestión de tiempo será
que los jirones
de la víctima
entibien sus futuras
tardes solitarias
y serán juntas la misma
melancolía.
Pero hoy no.
Y eso es una fiesta.
Hoy han comulgado
con la hostia de la
naturaleza:
tan implacable siempre
y tan sincera,
tan la parte de acá
de las parábolas.
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