Directo al fulgor del ego la flecha del sol.
Pero antes de iluminar la diana
ya había nacido adentro
del corazón oculto del maestro
el mismo hálito de luz
desde la misma estrella.
En ese corazón a oscuras
ya el sol
sentía la nostalgia de sus propios rayos.
El maestro saludó al grupo,
paseó sus ojos por los rostros
adormilados de los jóvenes,
fue construyendo en ellos
el crepúsculo,
habitaron el abrazo del sol,
la reconciliación del sol
en el centro oculto del corazón del maestro,
que, por momentos,
daba el mismo latir para todos.
Fue un destello apenas:
la verdad.
Terminada la clase,
la noche cerrada helaba la avenida
pero nadie sintió frío.
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