Reencuentro (cucaracha I)
Esta cucaracha ha sonreído a la mañana
helada del invierno,
con sonrisa prehistórica y preadánica,
antes del verbo y de la carne y antes del relato.
Su sonrisa de antenas o saetas requisando al aire sospechoso
de debajo de la nevera
viene de la época en la que algunas nostalgias
que ahora entristecen el vuelo de los pájaros
(su cadencia y su sombra),
ya existían.
Cucaracha intemporal
que me miras con mirada miope de insecto,
sonrío contigo, te comprendo (y sí),
tienes razón en esta mañana templada de domingo.
Miradas (cucaracha II)
Pero observo, claro que lo observo,
que toda la ternura le fue arrebatada
a la cucaracha miope.
Aún así, sin la ternura
ella ha sabido escudriñar los rincones
desamparados
de todas las cocinas
lamiendo con rigor
nuestras negligencias.
Va por ahí, la cucaracha miope.
Nuestras miradas se cruzan y algo se dicen,
en una lengua tan antigua,
que no comprendo su mensaje.
¿Será la muerte -que revisa calendarios, mira la hora, fuma-
mi muerte, pues,
la misma tuya?
Hermana mía en la muerte
quiero entender
qué se dicen nuestras miradas,
esas, que trazan dos líneas antiquísimas
que vienen de cuando el pasado era joven
y hoy se cruzan en la cocina de mi casa.
Cucaracha esperanzada y sonriente
¿qué te dicen mis ojos?
¿En ellos ves, tal vez,
la misma sombra que te sigue?
Las metáforas (cucaracha
III)
Cucaracha de mi cocina,
que en la noche acudes
a lamer gotas que ignoro,
donde la sopa del almuerzo,
en el milagro del agua,
ha descendido bajo la alacena
y allí, furtiva, ha aguardado
tus lengüetazos voluptuosos.
Cucaracha que sonríes a la mañana,
quiero decirte
que tu vida, de repente,
me resulta relevante,
de repente, me parece importante,
de un momento a otro
se me ha vuelto trascendental.
Vive, cucaracha del domingo
ve a parir y cuenta la historia de este encuentro
como desde tiempos inmemoriales
se han transmitido las metáforas.
