Funesto océano (y pesado) del pasado
vértigo sediento donde anegan
los corazones calcinados
primavera quemada, ceniza o salitre
polvo mojado quebrando los labios
donde ya no duerme el beso
pájaro mortuorio que ha perdido sus ojos
por mirar tan profundo como su vuelo ordena
canto de los huesos inertes
que recuerdan caminatas ligeras
que ahora son el dolor.
Dónde ir a seguir estando solo
como si la soledad pudiera desplazarse
y no fuera el lugar absoluto
el bloque intenso donde siempre soy yo mismo
ya jamás aquella piel que era el rocío
aquel tibio cristal que capturaba dioses
les abría los ojos y creaba sus salmos
y el aroma en que mi niñez jugaba
con tu infancia, a encontrar la melodía
que al sol arrulla
si hoy escucho ese cantar
me desintegro arenoso
como un montículo de polvo
arrumado a la vera del camino:
los autos pasan y corroen mi memoria.
Yo ahora soy la transparencia.
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