La estación espacial abre sus compuertas
al próximo misil de la barbarie.
Su blanco, sabemos, serán
tu corazón y el mío,
es decir,
el árbol de la vida de la tierra.
El sol, cercano, iluminará la ojiva.
Su brillo encandilará la mirada humana
y no quedará sombra para guarecerse de su luz.
Aun así, te abrazo,
respiro el olor de tu aliento
en el que hay un camino oculto, al norte,
tu pelo se adhiere a mi rostro
siento algo así como tus lágrimas
refrescando mi hombro izquierdo.
Sea.
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