Juntos,
visitamos el mar aquella vez.
Las olas nos golpeaban
y caíamos riendo en la arena.
Así el mar nos decía cosas
con el lenguaje del agua
que empuja y sumerge,
arropa y oculta,
que limpia y raspa
hasta sanar el alma.
Tu piel,
tejido milagro de la naturaleza,
repetía en silencio las rutas del sol
sobre mi cuerpo.
Siempre fuimos un ser que se busca sobre la tierra
para decirse cosas con el cuerpo y los objetos,
que es como la felicidad se comunica.
La sal en los ojos, ahora,
me recuerda los mares internos
aflorando:
estas lágrimas que viajan,
lentas,
mientras transitan el mundo
por primera y última vez,
vienen del océano.
Son como el océano
nos visita a nosotros.
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