Niebla sobre la ciudad,
hambrienta, amenazante,
cobija líquida
que enfría corazones, calles y comercios,
retorna a la soledad de las pieles
y las abraza
y parece decirles palabras de agua,
vaho de Dios
donde su falta sobra,
porque todo lo alcanza.
Niebla sobre la ciudad,
cópula del aire al cenit de la tristeza,
alcanzas desde el cielo
a enfriar melancolías profundas,
muy adentro:
¿eres tú, niebla, el lugar
donde mis muertos me acompañan?
¿Eres lo que los viejos
llaman cielo?

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