Hay todavía
un niño en mí,
debajo de
lo
solemne de mí,
oculto
tras las arrugas
y
las cotizaciones
al
sistema
pensional
hay un niño en mí.
Cuando
el niño ríe,
soy
feliz.
Pero
cuando el silencio lo aturde,
cuando
la soledad
es la única verdadera palabra,
subo el volumen a la música,
apuro
la copa de un sorbo,
acelero a fondo y el motor ruge,
o
me quedo mirando
a
lo lejos
sin
comprender por qué
los oscuros paisajes
se
me antojan hermosos.
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