Emoción felina que
sin asomo de ternura,
oculta al juego,
asándose
sutil
ante la hoguera
del vientre embarazado
extrae sus garras desde el fondo del abismo
y araña
y araña
araña hasta que una sangre mana
como diciendo
me has convocado
soy la sangre del vientre
embarazado
he sido llamada por la garra del
infierno,
hambrienta, felina profecía,
sabes que la muerte acecha
reconcíliate y no luches,
augurio de las sombras.
Un poco arriba, la madre se desgarra
el bebé nace
y la madre llora atada al dolor,
ya sin pasado
ilusionada por cumplir el rito,
sin saber
que las garras de lo oscuro yacen desde siempre
en todas las sombras
incluso la que a su vientre ha vaciado
en este llanto espectral de ojos vidriosos.
Pasan las horas.
El niño abre los ojos ya en casa.
Un techo sucio arriba de su cabeza
se cruza entre su alma y el abismo del cielo.
Sabe, el niño silencioso,
que llegado el momento
la garra será dueña de su cuerpo
y la sangre manando desde todas las gargantas
que se acoplen a su sed
dirá, con gutural susurro evanescente
aquí me tienes
famélico espectro de la sombra
me has convocado
soy la sangre que mana
en mí cargo la vida
y también la muerte:
bebe de mí,
sacia tu sed antigua.
Por lo pronto, el niño mira al techo
y espera
la llegada de tu hora.
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