Nos nacen esas imágenes
como rápidas luces del ayer
vienen de pronto e iluminan los rostros
de quienes ya no cruzan
con nosotros
la misma melodía del tiempo.
¿Es un reproche lo que vemos en sus gestos?
¿O, por el contrario, el aura del descanso?
¿La felicidad de no cargar más
el peso de las horas?
Rostros difuminados en la polvareda
de los caminos que ayer
ya eran viejos.
¿No nos damos cuenta que hoy
aquí y ahora
nuestros rostros están tiznados ya
por la lejanía del olvido que acecha un poco más adelante
(dos o tres curvas adelante)
en este camino polvoriento?
¿No nos damos cuenta que ayer u hoy
ofrecimos nuestro último gesto
a la memoria de quienes habrán de recordarnos
cuando seamos nosotros
los seres sin tiempo?
Rostro a rostro
es la misma memoria
la que se desplaza.
Esas letras, escritas con un aire de nostalgia, nos recuerdan seres amados que ya no están, pero también nos hacen reflexionar nuestro futuro, inmediato o no, pero que indiscutiblemente llegará dejando nuestras vivencias en algunos que nos recordarán.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarSí, tal cual, como una cadena de la memoria que ojalá nunca se acabe...
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