Intuyo a veces la hoguera
que mantiene tibia tu piel
siempre lejana.
Voy por la calle
caminando solo, esquivando gente
cruzando avenidas contra el viento
cuando de pronto
ese suave calor de la hoguera
que mantiene tibia tu piel
siempre lejana
se me aparece en las manos
como si fuera
un pájaro dormido.
Reviso mis manos
siguen aparentemente iguales
son mis manos de siempre
las manos con las que escribo.
Solo yo sé
que les ha nacido una caricia.
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