Dijo mi hija, entre preocupada y alegre:
¿papi,
por qué nos pasan cosas
todo
el tiempo?
Sin querer estropear su sentido
de la aventura -que será tan importante
para
mantener el árbol de la magia de la
vida-
le revelé, seco, a la primera,
el secreto.
Porque
siempre estamos atentos.
Nos
buscan las anécdotas
porque
nos gustan las palabras.
A
los demás les pasan cosas también
solo
que no quieren darse cuenta.
Eso me pasó ayer, por ejemplo.
Me pasó que mi hija me soltó preguntas
como acantilados.
Con ella vamos conquistando los
continentes
del alma.
Viajamos hacia adentro,
donde todavía, ambos,
seguimos siendo el mismo ser.
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