Aquella vez regresaste
sudoroso y feliz,
con un bolso de señora
agarrado con ambas manos,
como si fuera
un animal que intenta huir.
Lo robaste en la avenida.
Todos lo supimos en la
cuadra
y varios te admiraron.
Yo sentí cómo el vértigo
me traía los mensajes
oscuros.
Carlitos, quien te
acompañó,
lloraba, nervioso.
Una mujer regresó a su
casa
desolada.
Tal vez otros niños, como
nosotros,
no cenaron esa noche.
No obstante,
habíamos creado algo
real
en el mundo:
éramos
algo así
como
hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario