Estás aún
conmigo, a través del aire,
tal vez incluso
contra el aire.
Aún sé que la
habitación brumosa de tu infancia
permanece abierta
para mí.
Acudo a ella de
vez en cuando
y te cuido,
todavía te cuido.
Allí reside la
planta del amor nuestro.
Pero sé
también,
porque soy la piel
de la estrella,
que ahora, en
este preciso instante infausto
(en que perdura
nuestra ternura),
como un tiburón
que al tiempo traga
de un bocado,
infeliz, hambriento, carnicero,
ya existe en el
aire la anatomía
de nuestras
soledades.
Hay una sombra
que deambula sola,
se alarga
y llega a
ninguna parte.
Y un vacío en
el que cabe el mundo.
Y el silencio.
Mi terror es
aguzar el oído
y escuchar ese
silencio.
Como un submarino
atómico
que habrá de
llevarse mi existencia,
sé que ese
silencio
ya ha zarpado.
Me aferro a esa
planta de maceta chica,
oro a sus raíces,
escondo allí
esta semilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario