La audiencia fue presencial, es decir,
hubo los cuerpos sudantes,
las miradas furtivas, el aliento.
La madre del joven imputado de homicida
se sentó en el extremo izquierdo de la sala.
Su hijo, de ojos grises como asfalto
al final de la tarde,
a la derecha.
La madre huérfana de hijo,
es decir,
la madre muerta en vida,
la madre frente a quien
callan los atardeceres,
hacía preguntas.
Con esfuerzo,
contestamos una a una.
Las que no tenían respuesta
las traslado a este poema
(por competencia):
Por qué
Por qué
Por qué
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