En Twitter leí a una joven poeta
lamentar la muerte de su hermana.
Rotuló el deceso como la promesa cumplida
del peor de todos los miedos suyos.
Hubo cascada de abrazos y lamentos.
De Fuerza. Lucha. Sigue.
De Entiendo tu dolor. De acá está el mío.
Nadie atinó nunca.
Nadie atina a nada.
La chica que definitivamente
se trasladó al aire
era bailarina.
Si cerramos los ojos tras el poema
y la imaginamos bailando
¿qué pasaría?
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