He de morir
o morar
en la
iridiscencia de las burbujas de jabón.
He de
morir
o morar
en el
rocío que tu piel presiente en las mañanas.
Trasladarme
al inusual mundo descartado,
donde
nimiedades,
como la
muerte,
no transcurren.
Desde allí,
fisgonear cómo llegas a casa
luego del
trabajo,
hacerte pesar
los párpados
y acompañarte
al sueño.
Te esperaré con ansias cada noche.
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