Aquí parado todavía
-marco tallado sobre el vientre
y fríos
dientes- miro
casi
escondido en este ventanal oscuro
que aún vibra tras los ojos.
Ventanal oculto,
la luz
parece gemir mientras el día avanza.
Los niños
juegan a esta hora
y el sol en
ellos es sonrisa.
La mirada
verde del gato que me espía,
la
felicidad rotunda de la ciudad
entregada
hacia la tarde.
Avanzan señoritas
taladrando
el aire con jazmines.
Pero mis
manos marcan sudorosas
la
duración de los presentimientos,
el
teléfono no suena casi nunca
y a esta
hora su silencio atraviesa
invisible
mis oídos.
Cómo es
tu voz cuando no me hablas.
Cuál es
el sonido
de tu exacta
ausencia en el aire.
Pero si
tu voz allá, a lo lejos, lejos
de este
ventanal oculto, o cuchillo en el aire,
serpentea
el día hacia otros oídos
y dice
otras palabras para mustias pasiones
y
enciende la piel
y humecta
los nervios
y el
vientre le entibia
a algún otro ser que yo presiento;
si todo eso ocurre,
porqué el
mundo no acaba
cuál es el mensaje
de que dure la tarde.
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