No decir.
No
decir, y entonces, hacer nacer al animal del silencio:
animalito
de ojos cerrados
poco
a poco va engullendo el aire de la habitación
hasta
hacerlo escaso.
Con el tiempo, debajo
de los ojos, bolsas violáceas
señalan
la ausencia de juventud.
Desde
hace años, la casa en que vivimos
ha
sido su hábitat.
El
animal se ha vuelto implacable.
No
decir.
No
decir, y entonces
alimentar
hasta el hartazgo al animal del silencio.
Con
los años
verlo
cómo se ha hecho dueño de la estancia
cómo
se ha tragado el fresco de la tarde
y ha
dejado una canícula violenta
que
hiere la piel y seca los huesos.
Solo
entonces, mirarlo de frente
sostener
sus ojos hambrientos
ver
sus afilados dientes
casi
disfrutar cómo nos traga.
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