jueves, 25 de julio de 2024

Vidrio

I

 

El vidrio ingresó al corazón

o nació en él (surgió)

como un pálpito súbito.

El público, admirado, exclamaba:

"¡es un vidrio

y está en medio del corazón!

¡Son los misterios de Dios!"

 

Por mi parte, si bien estaba admirado,

veía con desconfianza el milagro.

No tardé en percatarme el porqué

de mi desconfianza:

el vidrio había nacido en MI corazón.

Con ojos oblicuos de un lince interno

me miraba hacia adentro y un rostro múltiple

se reflejaba en el vidrio facetado.

 

Pude darme cuenta

del origen de la punzada interna

que me llevaba a escribir estas cosas

cada que en la ciudad llueve

o cada que hace sol:

la pulsión que me hermanaba al mundo.

 

II

 

Todavía admirado, pero también inquieto

estiré las manos y tomé el vidrio,

no me costó casi nada

desprenderlo de la aurícula derecha

donde entorpecía desde hace quién sabe cuánto tiempo

el ingreso de la sangre historiada de mi cuerpo.

 

El problema surgió justo allí:

apenas suelto el vidrio, la punzada

desapareció,

la anomalía fue corregida.

De inmediato, el envés del universo

se ocultó de nuevo

al punto que tuve que hacerle caso

al silencio.

 

III

 

(Pasados algunos segundos,

que en tiempos cordiales equivalen a décadas

pues el tiempo del corazón es el mismo tiempo

de los sueños,

me di cuenta del error que había cometido.

Las cosas habían vuelto a ser simplemente ellas mismas

las flores ya no se postulaban a traiciones de la piel ausente,

la luz del sol ya no enviaba alfileres dorados

para castigar caricias,

mi rostro en el espejo

volvió a ser un rostro cualquiera,

la opacidad de mi ojo izquierdo

brillaba, gentil e inocente.

 

No lo resistí.

No lo resistiré.

 

Por eso en este verso

clavo de nuevo el puñal de vidrio,

que es como decir,

tomo de nuevo la pluma

y aprovecho la tinta roja inacabable).

 



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